Doce y media de la noche. El tiempo ha huído,
desde que a las nueve encendí mi lámpara
y me instalé aquí.
Me quedé sin leer, sin hablar.
¿Con quién hablar, solo, en esta casa?
Desde que, a las nueve reavivé mi lámpara,
la imagen de mi cuerpo joven apareció a mis ojos,
y la imagen de estancias tibias, perfumadas,
y de voluptuosidades pasadas.
¡Qué audaces voluptuosidades!
Y volvía a ver calles que ahora han cambiado del todo,
locales llenos de animación que han dejado de existir,
teatros y cafés muertos.
La imagen de mi joven cuerpo apareció
y me trajo también penosos recuerdos;
duelos de familia, separaciones, sentimientos de los míos,
voluntades de los muertos, a quienes se hace tan poco caso.
Doce y media de la noche ¡Cómo huyó el tiempo!
Doce y media de la noche ¡Cómo pasan los años!