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La villa de los azotes, 44 páginas de pura perversión.

[vc_row][vc_column width=»1/3″][vc_single_image image=»2901″ img_size=»large» alignment=»center»][/vc_column][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]Reseña de La villa de los azotes, de Israel Montalvo – La Tinta del Silencio (2019)

Por Juan Carlos Gallegos 

Lo primero que encontramos al leer este libro es un epígrafe, tomado de Alan Moore: “La vida no se divide en géneros. Es una horrible, romántica, trágica y cómica novela de ciencia ficción de detectives. Ya sabes, con un poco de pornografía, si tienes suerte”. En estas palabras se contienen las claves de La villa de los azotes: hay elementos de humor, crímenes, visitantes espaciales y bastante actividad sexual. Aunque el epígrafe habla de los temas, también en cierto modo señala lo que ocurre con la narrativa de Israel Montalvo: puede decirse que las páginas escritas por él o bien son cuentos, entrelazados gracias a sus hechos y anécdotas, o bien una novela en la que cada capítulo nos habla de un personaje en particular. Por lo anterior, quizá lo más acertado sea considerar a esta obra solo como narrativa, precisamente, misma que toma a la población en la cual todo ocurre, Villa Azotes, como el eje principal.

Montalvo nos ofrece una advertencia justo al inicio, en el “Prólogo de un mal viaje” (redactado por el mismo autor): “la única advertencia sensata es esta: no sigas leyendo, tira este libro, quémalo, deja de leerlo. Ahora”. Esto funciona un poco a la manera de la psicología inversa, para invitar así a no soltar el libro hasta acabarlo, lo cual es posible pues no es muy extenso: 44 páginas de pura perversión. Este elemento es por el cual, tal vez, el escritor da ese aviso de abandonar la lectura, no para que así sea, sino para llevarla a acabo con la consciencia de que no será una trama en la cual los héroes se enfrentan a una serie de problemas para salir triunfantes, sino todo lo contrario: los protagonistas llenan sus vidas con vicios, excesos sexuales, violencia y desgracias, sin que parezcan cansados, en bastantes casos, de que sus vidas sean de ese modo.

Ya lo dice Montalvo unas líneas más abajo de la cita anterior: “Si te identificas con los personajes, con cualquiera de los personajes que desfilan por este libro, aunque sea un poco, en verdad estás jodido”. Cherry Boom, Nancy y Nancy II, el payaso Bobo, Mateus Sex, Lorenzo Tavares, Sam Dólar y otra buena cantidad de almas oscuras ofrecen a quienes lean sus procederes una serie de momentos que no se olvidan tan fácil: desde bailes eróticos a travestismos que llegan a la pantalla de la mano de la pornografía, espectáculos de un circo sexual en los cuales la estrella se mete todo tipo de objetos por el ano, muertes, asesinatos, e incluso una muñeca inflable que cobra una celebridad que da lugar a la adoración y un acoso sexual extraterrestre.

En La villa de los azotes las hazañas y desventuras de sus habitantes pocas veces se quedan en el ámbito privado: se vuelven públicas hasta convertirse en cultos, espectáculos, noticias, material de video. Todos (y todo, realmente) están impregnados de una lubricidad sexual que hace que quienes lean este libro resbalen como por un tobogán en el cual es mejor dejarse llevar hasta la última página, para salir bien librados. Se invita a los lectores a viajar a Villa Azotes, su boleto es el número 9 de la colección Bocanada de La Tinta del Silencio.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text][/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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