Descripción
Microfilmes de terror
Gerardo Lima
Microfilmes de terror es un ingenioso homenaje a dos géneros muy complejos, el primero de ellos, el relato breve, donde cada palabra que sobre carga al cuento, lo hace fallar y morir, y el segundo, la filia del cine, la afición por la contemplación silenciosa de imágenes concatenadas. ¿Qué tienen en común? La narración de una anécdota contenida como hilo unificador y la reescritura de los lugares comunes para atraer la mirada de los lectores–espectadores. Así, este cuentario usa a su favor los tópicos del género de terror: tramas, actores, cintas, subgéneros y crea una mitología propia con humor negro y gran erudición. Muchos de los títulos con los que Gerardo Lima arma su canon, no son más que fábulas, mitos personales, pero la fantasía es el primer paso que materializa la realidad. Tal vez no haya una película maldita que haga que quien la especte enloquezca ni Vincent Prince continúe vivo ni a las reinas del grito le guste tanto la carne humana. Lo cierto es que Gerardo Lima tiene en su mano el interruptor y va a apagar las luces para nosotros, bien sujetos con correas y alambres a nuestro asiento; confiemos en que las figuras aberrantes que nos enseña sean solo estampas inofensivas y que no se aproximen demasiado cuando pestañeamos.
Extracto del Prólogo Luces fuera de Solange Rodríguez Pappe
Sólo hay un Vincent Price
Jonás Vicente se ha caracterizado como Vincent Price por décadas. No había Halloween, fiesta de disfraces o concurso al que no asistiera con su atuendo ya clásico. Daba gracia, causaba asombro. Con el tiempo las nuevas generaciones empezaron a mirarlo sin reconocerlo. Pensaban que era una caricatura de Tim Burton, aunque no sabían cuál de ellas. La depresión no tardó en invadir a Jonás Vicente, “El Segundo Vincent Price”. El dinero escaseó, lo mismo la popularidad. La gente comenzó a temerle.
Sólo había una forma de resarcirse, ser Vincent Price, el famoso actor que le daba vida a los cuentos de Poe en formato película. Tenía que hacerlo, filmarse.
El producto resultante fue terrible. Inicia con él viendo a la cámara. Se aleja. Exterior. Niños. Una escuela. Jonás Vicente está caracterizado. Habla y pronuncia las palabras: “Sólo hay un Vincent Price, y ese soy yo”, después, con una mirada turbia, se dirige a la escuela. Los gritos no tardan en escucharse.
Hay que reconocerlo, después de su “corto”, todos en la comunidad le sonríen. Ya nadie le dice “El segundo Vincent Price”, si acaso, “Vincent el Poe”, y se aferran a sus hijos cuando lo ven pasar.