Descripción
Mi otro inquilino
Rei Medialuna
La incesante búsqueda de esencias, el interminable retorno al otro inaccesible y la figuración que implica reconocerse un tanto más allá de lo que objetivamente se asume como existir, resultan algunos de los motivos que alimentan a Mi otro inquilino. Un libro que provoca ciertos rumbos o acaso señala una ruta de regreso (un mapa semántico) a los espacios vacíos que conforman la (no) existencia.
Su alimento primero es la poesía propiamente dicha, bañada de múltiples referentes que crean uno o varios mundos. La búsqueda constante en el lenguaje y su apuesta por descubrir el pasado a golpe de rima, hacen del libro una excelente obra, que borra diferencias entre poema y décima, llevándonos por caminos en los que ambos se entretejen y gravitan en una misma latitud: la metáfora.
Alexander Aguilar López
Digresión en torno a la muerte
Amanece otra vez. El tiempo tacha
un martes 22. Salgo al camino.
En busca de otra luz. Soy el cochino,
el metamorfoseado en cucaracha.
La tarde es una lánguida muchacha
que cruza sobre el fondo nacarado
del día. Entre las ruinas del pasado
hay un sueño infinito que olvidé.
Abuela ya no está. No sabe que
tanto dolor se agolpa en mi costado*.
Amanece. La noche mortecina
muestra las cicatrices de su guerra,
su olor a incertidumbre. Siempre aterra
la sombra interminable y clandestina.
Amanece. Me bebo la resina
de otra muerte, quizás porque presiento
que mi voz ya se ha ido con el viento
a la luna infinita del rencor
y es tan indescriptible este dolor,
que por doler me duele hasta el aliento*.
Es martes. El silencio ya me espanta
las horas de un insomnio indescriptible.
Gracias por tanto asombro repetible
al pax vobiscum de tu sacrosanta
serenidad. Quizás otro ángel canta
para ti. Todo afuera me convida.
Es tarde para hablar de despedida.
Regreso hasta la paz de mi niñez,
entonces vuelvo a estar solo otra vez
y siento más tu muerte que mi vida*.
*Miguel Hernández