Descripción

Somos para la oscuridad

Daniela Villarreal

La publicación de un libro de cuentos siempre será una alegría. Cuando estas historias pertenecen, además, a la literatura de género, es una doble celebración. Entre los muchos motivos para lo anterior, los principales son la amplia tradición cuentística en nuestro país explotada sobre todo desde el siglo pasado; otra razón es que la literatura de género, tan vilipendiada desde sus inicios, ha ganado el lugar que le corresponde entre las letras y va ganando cada vez más espacios y lectores.

Con este preámbulo, me dispongo a abordar el libro en cuestión: Somos para la oscuridad, de mi querida amiga y colega Daniela Villarreal Grave. Estos doce relatos protagonizados en su mayoría por mujeres jóvenes o niñas reflejan una profunda insatisfacción con la realidad que habitan. Estas historias están pobladas por recuerdos y son narradas desde voces que evocan infancias rotas, quebrantadas por distintos tipos de violencia. Son un caleidoscopio de miradas sobre sucesos sobrenaturales que forman parte de mundos similares al nuestro.

Extracto del Prólogo Contemplar la negrura de Lola Ancira

El idioma de los peces dorados

Las visiones aparecieron cuando cumplí siete años, frente a las velas de un pastel de crema y coco que mi madre preparó para deleitar a los invitados de un forzado cumpleaños.

La mayoría de los asistentes eran adultos y otros tantos primos obligados a asistir con regalos que pusieron en la mesa de entrada; sin ningún interés por mí, el vestido azul que me había hecho la abuela o los zapatos blancos de charol que reflejaban mis ojos tristes, cuando me acercaba a verlos.

Mis compañeros de la escuela nunca asistían a mis fiestas, por más que prometiera entretenimientos como una brincolina o dulces ilimitados. El mechón blanco de nacimiento que decoraba mi cabello, era objeto de burlas y miedo. Algunos me llamaban anciana o bruja.

Mis primos salieron al patio y pactaron las reglas de las escondidas. Cuando mi madre me obligó a ser parte del juego, ellos me observaron con desdén, por entrar a la fuerza, a su mundo al que, claramente no pertenecía. Decidieron mejor sentarse en las sillas y platicar de los juegos de video que más les gustaban. Durante unos segundos me ignoraron, lo que para mí era un completo alivio; pero cuando terminaron sus temas de conversación, comenzaron a burlarse de mi vestido azul con flores moradas y el mechón de canas que, con mi cabello largo y suelto, dibujaba un trazo parecido al de un pincel chino…