Épica

Saberes de eruditos, viajeros y bardos

Ome Galindo

Los bardos y los eruditos conocemos secretos indecibles sobre reyes, aristócratas y militares. ¿Mis canciones, relatos y chistes merecen una de tus monedas? Si el vino no es fuerte o tu mente es muy débil, todo lo que cante lo olvidarás pronto. Sin embargo, puede que mis rimas y teogonías se queden en tu alma. Esa responsabilidad recae en ti.

El fuego nos da fuerzas, el alcohol suelta emociones, la buena comida nos recuerda al hogar perdido.

Tabernas y bibliotecas: ambas peligrosas y reconfortantes por igual.

Siéntate, viajera; acompáñame, aventurero. Yo, Serenity Lovecraft, te susurraré poemas al oído, lo que nos pasó a los Cuatro Bardos cuando el tiempo se detuvo, anécdotas que resuenan en los callejones, epitafios de guerreros o las mentiras que le escuché a mis amantes.

Si no te gusta, pagarás igualmente. Está en tus manos decidir si valgo medio cobre o seis platinas.

Escucha esto…

Performance

El bardo subió a la mesa y empezó el espectáculo. Cualquier lugar donde él tocara, servía de escenario. Los acordes del laúd fascinaron a todos, haciéndoles parar en seco y escuchar atentos el espectáculo. Fueron casi cincuenta minutos los que cautivó a su público. De pronto, se le rompió una cuerda y los zombis recuperaron control de sus cuerpos, arrojándose hacia él. De haber durado unos minutos más, sus compañeros de aventura lo hubieran salvado en vez de tener que cortarle la cabeza cuando se abalanzó sobre uno de ellos.

Primer trabajo: druida

Convertido en lobo, pasó cerca de los viajeros. El mago tenía la obligación de proteger su bosque, si aquellos mercenarios sacaban su acero contra él, los despedazaría por completo. Mientras él vigilara, nadie atentaría contra la Naturaleza; sin embargo, los intrusos lo dejaron en paz. El druida interpretó que eran gente de bien, por lo que decidió ayudarles con un paso seguro a través de sus territorios. Cuando el líder de la escaramuza vio al lobo poliformarse en humano, miró asombrado a sus compañeros que reconocieron al mago. Al unísono, dispararon sus fusiles y ballestas. Él era el licántropo que mataba aldeanos en los bosques de Su Real Majestad.