Descripción
Entelequia de sueños
Alejandro Fábregas Tejeda
En esta serie de catorce cuentos, cada uno narrado a su propia manera, nos iremos encarando con una prosa profunda que va desvaneciendo los límites entre las estructuras de la narrativa clásica y el ensayo, entregándonos así un texto único y consistente…
De una manera sutil y sensible, Alejandro Fábregas Tejeda no sólo nos enseña distintas bellas artes danzando al mismo tiempo en sus historias y con la narrativa misma, entretejiéndolas y mostrando así que son un enramado de un mismo sentimiento estético, sino que también nos despierta a cuestionarnos el mundo que está fuera de las páginas de Entelequia de sueños, a descubrirlo, a indagar más profundamente en nuestros pensamientos y emociones, motores que hacen que la vida de una persona se ponga en movimiento.
Extracto del Prólogo de Samanta Galán Villa
Aplausos de lluvia
La noche del estreno, sobre el escenario, acaso lo expresaste mejor que nadie:
—¿Por qué siempre nombramos con palabras gastadas la desgracia interna? La desesperación no puede asirse con un adjetivo o con la apelación de sentirse en el borde de un precipicio. No hay tal abismo, por la sencilla razón de que, al mirar hacia abajo, no queda a dónde lanzarse. No hay a dónde caer. El abismo somos nosotros.
Si impides que el proceso siquiera comience, podrás evitar su estrepitoso final. Recuerda: sólo si se alberga esperanza sobre el futuro puede haber espacio para la desilusión; únicamente lo que está en curso puede desembocar en la catástrofe. Vamos, recapacita, el desenlace podría reescribirse. El punto final no está inscrito aún. La tinta aún no se seca en el libreto. ¿Aceptas, entonces? No es el momento para mostrarse dubitativa; no te queda mucho tiempo. Venga ya, hagámoslo sin vacilación. Voy a obviar el hecho de que denuestas mi ayuda en la abrumadora mayoría de las ocasiones, y sólo transiges confiar en mí cuando afuera llueve a cántaros, ininterrumpidamente.
¿En dónde estabas cuando te decidiste a actuar? ¿Qué reflexiones te absorbían y te empantanaban la vista? ¿Un anhelo de infancia largamente acariciado, quizá? ¿Una historia familiar que te empujaba, sin cuerdas perceptibles, en esa dirección? ¿Un afán de superación por conquistar el éxito que creías merecer? No… acaso algo mucho más mundano y banal. Incluso una tarde lluviosa como la de hoy y el alivio de asubiarte, sin ser reconocida, en un sitio que no habías visitado antes. Tal vez entraste por mera curiosidad, sin saber (¿cómo podrías saberlo?) si la puerta estaría abierta. Con el abrigo embadurnado de gotas diminutas, entraste al teatro…