Viajes ilustres

Viajes ilustres, minificciones errantes

Ítaca

Volvió a la ciudad que lo había obsesionado. Pero era una ilusión poblada de fantasmas que habitaban edificios de espejismo. Itaca nunca vuelve, porque es ella la que se marcha, siempre tras los viajeros que no regresan.

Correo

Los juguetes se fueron de vacaciones, dijo la mamá a Santi cuando preguntó por ellos. El niño los esperó con ilusión que no pudo superar la llegada de nuevos muñecos: seguro sus viejos amigos le llevarían un regalo de su viaje. Pero los días pasaban, luego su cumpleaños y nada. Su mamá, sin mirarlo de frente, le entregaba postales que los muñecos le enviaban, cada tanto, de países lejanos. Santi creció y consiguió una beca de estudios. Nunca regresó: las causas eran oscuras. Su madre, angustiada, recibía postales de vez en cuando: Estamos bien. Iremos a Japón, creemos que Oso se fue allá.

Al futuro

Viajó al futuro aprovechando la promoción de verano. El calentamiento incrementó el número de turistas al presente: la gente del futuro marchaba masivamente, con el pago de pequeñas fortunas, por conocer Venecia. Y el calor del Sahara era una cálida primavera.

El tour restringía ciertas acciones (conocer la fecha de defunción del viajero o acudir al yo futuro para consultar o advertir), así que aceptó conocer la nieve de la Ciudad de México, los canales de Buenos Aires y, por fin, el muro fronterizo de los lamentos.